, El espejo de Medusa

El espejo de Medusa

Para simplificar las cosas

Hace tiempo un amigo me contó de una novia que lo acusaba de un hecho que él iba a cometer en el futuro. Ella decía conocerlo bien. Estaba segura de que un día él le haría una cosa terrible, y por eso se pasaba la vida reprochando y incluso vengándose por adelantado. Porque no había duda, sus gestos, su forma de vestir, sus gustos musicales, sus proyectos y anhelos, su signo zodiacal, y otras tantas cosas evidenciaban esa bajeza suya que le iba a arruinar la vida. El asunto creció tanto que algunos amigos comunes comenzaron a sospechar de sus decisiones, y otros definitivamente le retiraron el saludo porque cómo era posible que él fuera tan vil con ella que tanto lo quería. Le costó trabajo convencerla de que lo mejor era terminar esa
relación y con eso evitar el oprobio que inevitablemente se veía venir.

Han pasado muchos años y aún me sigo sorprendiendo de la convicción de aquella muchacha en sus predicciones. Estos días justo volví a recordarla cuando leía un libro de Slavoj Zizek. Recuerda un chiste polaco de la época de Jaruzelski, justo después del golpe militar, dice el filósofo esloveno:

“En aquella época, las patrullas militares tenían derecho a disparar sin previo aviso a la gente que caminaba por la  calle después del toque de queda (las diez). En una patrulla de dos soldados, uno de ellos ve a alguien que camina muy deprisa a las diez menos diez, y le dispara de inmediato. Cuando su colega le pregunta por qué ha disparado cuando sólo eran las diez menos diez, él le contesta: “Es que lo conocía: vivía muy lejos de aquí, y en cualquier caso no habría podido llegar a su casa en diez minutos, así que, para simplificar las cosas, le he disparado ahora.””.

Esta certeza de lo que va a suceder, eso que debería ser una proyección, un supuesto, una hipótesis, se convierte, poco a poco, en una verdad para aquellos que la generan y, por supuesto, también para los que la escuchan. Esa capacidad de “conocimiento absoluto” la sugiere Franz Kafka cuando el acusado, el inocente Joseph K llega a sospechar de sí mismo, incluso a creerse culpable, así lo vemos en El proceso.

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* Requerido

Mi amigo, con certeza casi como un destino inevitable, iba a cometer una atrocidad contra su novia, el polaco que caminaba por la calle antes del toque de queda no habría alcanzo de ninguna manera a llegar a su casa, ni a ninguna otra por cierto.

En los últimos meses he escuchado y leído hasta el cansancio que en caso de ganar López Obrador, México estará en grave riesgo, que se va a convertir en Venezuela. Entonces recuerdo la historia de mi amigo y su novia poseedora del conocimiento absoluto del futuro, en esa certeza trágica del porvenir, en la que a fuerza de repetir algo que pertenece al rango de la especulación, para muchos se ha ido convirtiendo en una verdad irrefutable. También pienso en el chiste polaco, porque muchas personas, y no sólo ahora sino desde hace dos sexenios, han optado por dispararle al candidato, “para simplificar las cosas”, como hiciera aquel soldado tan práctico, tan acorde con su régimen, uno de los más oscuros del siglo pasado, por cierto.

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