, Escribir para caer con dignidad: Hiram Ruvalcaba

Escribir para caer con dignidad: Hiram Ruvalcaba

En exclusiva, el escritor zapotlense habla sobre Me negarás tres veces, su compilación de cuentos ganadores del Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela 2016.

Oriundo de Ciudad Guzmán, Jalisco -antes Zapotlán y mucho antes Tlayolan-, Hiram Ruvalcaba Ordoñez es un obrero de la palabra; sabe que si no la trabaja, esta corre el riesgo de oxidarse. Hoy, lo mismo la usa para para describir Tokio y un recóndito pueblo en Pihuamo que para lanzar un albur, y para traducir del francés y del inglés que para hablar sobre lixiviados y amores pasados.

Después de concluir la maestría en estudios de Asia y África en El Colegio de México, el también ingeniero ambiental y licenciado en letras hispánicas regresó a Ciudad Guzmán para presentar Me negarás tres veces (Puerta Abierta, 2017), compilación de ocho cuentos que lo hicieron acreedor del Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela 2016.

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* Requerido

En entrevista, el narrador habló sobre sus maestros, sobre los destellos del sur de Jalisco reflejados en su obra y sobre sus inquietantes cuentos que retan a los lectores a negar sus instintos oscuros.

¿Cuál es el tema principal de Me negarás tres veces?

“La violencia. Quienes vivimos en esta región sabemos que nuestra sensación al transitar por estas carreteras a deshoras de la noche ha empeorado en los últimos años: en Ciudad Guzmán han encontrado cuerpos, en Zapotiltic han ejecutado a personas, en Pihuamo se han descubierto fosas clandestinas. Me interesa narrar esa violencia social, pero sobre todo me interesa narrar la violencia espiritual: cómo es que una mujer atormentada por los celos quiere matar a la amante de su marido, o cómo un hombre en un prostíbulo se debate entre tomar o no tomar el cuerpo de una niña de 12 años.

En Me negarás tres veces los personajes ven de frente el abismo y tienen que enfrentarse a él, sin escapatoria. El tema es ese: las pasiones humanas oscuras”.

¿Por qué el título?

“El cuento que le da título al libro es el del hombre que se enfrenta a la prostituta infante. Surgió porque hace un año leí un reportaje sobre prostitución infantil en Acapulco. Es una situación horrorosa pero ocurre en otros lados, hasta en el rancho más mocho de Jalisco puede haber prostitución infantil. Me atrajo la voz de la niña, tan consciente de su situación y tan contenta de que podía aprovecharla.

Yo creo en la inocencia infantil, pero hay un punto en el que la pierdes. Me impresionó cómo esa niña bloquea el horror. De ahí surgió la idea de ese cuento y creo que logré expresar lo que quería.

Me interesa la persona común y corriente enfrentada a una decisión que va a cambiar su vida. Esta es una de las fórmulas del cuento”.

En agosto del 2009, la Universidad de Guadalajara fundó la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega “El periodismo cultural y las letras”, la cual tuvo como cede el Centro Universitario del Sur (CUSur) en Ciudad Guzmán, lo que dio pie a una serie de viajes que el poeta realizaría a Zapotlán hasta su muerte el 25 de septiembre del 2015.

¿Cuándo comenzaste a escribir Me negarás tres veces?

“En agosto del 2015 visité a Hugo Gutiérrez Vega, quien me preguntó qué estaba escribiendo en ese momento. Yo le tuve que confesar que tenía un año y medio sin escribir porque no podía: se me ocurrían las historias pero no sabía cómo comenzar. Me regañó. Me dijo ‘no puedes dejar la palabra porque se va y no regresa en mucho tiempo’. Se metió a su cuarto y salió con una libreta empastada muy bonita. Me dijo ‘te la regalo. Escribe ahí un cuento’. Quedamos de vernos semanas después en Zapotlán. El día en que él estaría dialogando con Fernando del Paso yo llegué a Ciudad Guzmán en la mañana y me avisaron que él había muerto. Ese momento fue difícil, me hizo replantear mi carrera literaria y decidir aprender a escribir cuentos. La obra que estoy realizando es resultado de esa decisión”.

¿A qué edad te adentraste en la literatura?

“El primer libro que leí fue La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. Tenía 10 años cuando mi papá compró una colección de libros blancos de pasta dura. No terminé Robinson Crusoe, pero cuando terminé La isla del tesoro encontré algo realmente insólito. Hasta ese momento veía muchas películas de Disney o caricaturas, pero nunca me había interesado tanto en algo. A partir de ese momento supe que quería seguir leyendo.

A los 15 años comencé a ir a un taller literario. En ese momento pensé que escribir podría ser mi profesión, pero fue a los 25 cuando decidí dedicarme a esto de tiempo completo y comencé a escribir en serio. No quiere decir que de los 15 a los 25 estuve jugando, pero mi escritura era muy experimental. Leía, leía y leía, se me ocurrían historias y las desarrollaba con la intuición generada por mis lecturas. Pero llegó el momento en el que alguien me enseñó la técnica. Yo aprendí con Cesar Anguiano, quien me dijo unas palabras que no he olvidado: ‘estamos en guerra contra el narco, contra el gobierno, contra la ignorancia y la estupidez. Ya perdimos. Lo que estoy haciendo yo es que otro también caiga con dignidad’.

A quienes trato de enseñar cómo hacer cuento les digo lo mismo: hay que caer con dignidad porque la cosa está fea y se está poniendo peor. Gelman decía que la poesía es un arma cargada de futuro. Yo creo en eso”.

En México, ¿se puede vivir de la escritura?

“Por supuesto. Hay personas que logran tener éxito comercial y lo hacen”.

¿Cómo le haces tú?

“Yo no vivo de la escritura. Los que no somos tan talentosos lo que hacemos es buscar un trabajo, o muchos trabajos, que te permitan ganar el dinero suficiente para poder seguir haciendo literatura. Yo he sido periodista, corrector de estilo, cargador de cajas en una editorial, profesor de secundaria, bachillerato e ingeniería, traductor del inglés y francés y ahora soy becario.

Hay un punto muy romántico en el que uno piensa que la literatura te va a dar de comer porque vas a ganar premios, becas y condecoraciones. Son pocos quienes lo logran.

Hace poco escuché a Eduardo Antonio Parra decir que cuando tomas la decisión de que vas a escribir en serio, tienes que afrontar la realidad: no vas a tener dinero ni ranchos ni vacas. Si complementas la literatura con otras actividades, vas a vivir una vida modesta. En pleno siglo XXI, un creador mexicano tiene que considerar estas cosas.

Yo ya acepté que no soy de los que vivirá de los premios sino de hacer literatura y otras cosas. Me gustaría dar clases de literatura a la par”.

¿Serías el mismo escritor si no hubieras nacido en Zapotlán?

“Aunque seguramente hubiera escrito, no. Me gusta la frase de ‘pueblo chico, infierno grande’. Desde mi punto de vista, los escritores que se abocan a escribir de las grandes ciudades tienen temas muy interesantes, pero en los pueblos ocurre algo que en las grandes ciudades no. El pueblo es un crisol en el que se concentran al rojo vivo muchos sentimientos como la venganza, la traición, los celos y el odio, sentimientos que me interesan. Me interesa esa perturbación constante de si somos buenos o malos. Literariamente, es mucho más rica y más actual. Así veo yo a Zapotlán. Además, todo lo que yo he amado ha nacido en Ciudad Guzmán o ha pasado por aquí”.

¿Te identificas en una corriente literaria?

“Yo huyo de esas cosas. Lo que vive y tiene que hablar es la obra. Hugo Gutiérrez Vega me incluyó en Los novísimos de Zapotlán y nos publicó en La Jornada Semanal, pero a mis 29 años creo que ya no estoy tan novísimo.

Hace tiempo, en Zapotlán intentamos hacer un grupo. Se llamó Bajo el volcán pero no llegó a nada. Aun así, de ese movimiento surgieron nombres como Julio Espíritu, Alejandro von-Düben, Lenin Álvarez y Lizeth Sevilla. Todos seguimos escribiendo. Yo concluyo que los grupos no generan movimientos, es la gente la que busca hacer grupos para darse a conocer, ser escuchados. Es una estrategia evidente hasta en la música”.

¿Cómo son Los novísimos de Zapotlán hoy?

“Conozco pocos narradores, pero hay un movimiento curioso: los Náufragos de la palabra –un grupo literario conformado en su mayoría por estudiantes de letras hispánicas del Centro Universitario del Sur-, donde hay personas que están trabajando en serio. No los he leído a todos, pero sí puedo hablar de Alejandro von-Düben, que es mi amigo, y de compañeros que han estado trabajando cinco o seis años. Cuando alguien pica piedra más de cinco años las cosas marchan bien, quiere decir que no escribe por hobbie. Aunque hay personas con mucho talento a las que sus primeros textos les salen muy bien; pienso en  Humberto Arce Cordero, ex compañero del taller literario de Casa de la Cultura, dirigido por Ricardo Sigala. Siempre que me siento muy chingón leo Qué pensará la vaca de Arce Cordero y me quedo admirado de cómo a sus 23 años logró dominar las estructuras del cuento. A mí me ha costado comprender cómo hacer cuento. Yo siento que no tengo talento, lo he tenido que suplir con mucho trabajo.

Y hablando de poesía, hay un movimiento muy importante en el sur de Jalisco: Julio Espíritu, Alejandro von-Düben, Lenin Álvarez, Lizeth Sevilla, Ángel del Toro, Emanuel Rocha. Personas que han trabajado duro y han publicado. En Zapotlán y en la región se está produciendo literatura”.

¿Cómo fue tu infancia en Zapotlán?

“Estudie en la primaria Manuel Ávila Camacho, una escuela casi rural, en el cerro de la cruz blanca, donde conocí a personas que quiero. Llegado el tiempo de la secundaria mis padres, quienes son maestros de telesecundaria, nos llevaron a vivir a mí y a mi hermano menor a El agostadero –a 97 Km de Ciudad Guzmán y 220 de Guadalajara-, en el municipio de Pihuamo, desde los 11 hasta los 14 años. Era una comunidad de 150 personas. Vivíamos en la casa del maestro, que estaba en obra negra. Matábamos alacranes y tarántulas dos o tres veces a la semana. Sembrábamos maíz y otras leguminosas. Fue un tiempo extraordinario que me marcó en muchos sentidos. Tal vez es por eso que mis cuentos dan la impresión de que Tlayolan -espacio literario de Me negarás tres veces– no es un pueblo grande sino un rancho.

En el cuento Miscelánea de personajes que no serán en la frontera hay historias de personas que yo conocí en El agostadero”.

¿Qué lees en estos momentos?

“Últimamente he leído a Joyce Carol Oates, Eduardo Antonio Parra, Julio Ramón Ribeyro, Juan Bosch, Antón Chéjov y Abelardo Castillo. Soy de los acaparadores que tienen libros en su casa, pero no enemisto con el libro electrónico”.

¿Hacia dónde va la lectura?

“Creo que la lectura nunca había estado tan fuerte como hoy que la gente lee todo el día. Lees los mensajes, el Facebook, etc. Pero hay que tener cuidado con nuestra atención. Eugenio Partida me decía que los escritores debemos bajarnos de nuestra nube y empezar a pensar qué tenemos que hacer para que un lector deje de jugar Pokemon en su celular y se interese en lo que estamos contándole. Yo le creo. A los best seller hay que aprenderles que dominaron el arte de hacer que sus lectores no dejen sus textos.

En este contexto, los cuentos deben ser un impacto. En las novelas tienes más espacio para hacer que las personas se vayan encariñando con los protagonistas o antagonistas. En un cuento no: tienes 10 o 20 páginas para convencer a tu lector de que la situación es verosímil y de que el personaje sufre. Eso requiere un nivel de atención que no todos están dispuestos a regalarte”.

¿Qué cambió de El espectador a Me negarás tres veces?

“En El espectador imperó la nostalgia y en Me negarás tres veces la violencia. Ahora sé captar más errores y, como buen artesano, me mantengo en esa búsqueda de mejorar. El próximo libro será sobre la venganza”.

Me negarás tres veces (Puerta Abierta, 2017) contiene ilustraciones de Grecia Morda y será presentado a finales de agosto en Ciudad Guzmán.

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