Por: Misael Chavira | Cassandra Hernández | Marina Villa
‘’Me vine para acá porque por cuestiones económicas tuve que dejar la universidad’’, confiesa Daisy, sentada en las escaleras del patio, en la casa que la empresa de invernaderos para la que trabaja le asignó para vivir junto con otras 14 personas.
Tiene 21 años, de mediana estatura, gruesos cabellos negros y frecuente sonrisa. Al finalizar el quinto semestre de la licenciatura en enfermería en la Universidad de Miahuatlán, dejó Oaxaca para venir a Zapotlán el Grande a cosechar arándanos.
En la casa en la que vive convergen personas de Chiapas y Guerrero, además de ella que es de Oaxaca. En el patio hay dos lavaderos en uso y en la terraza del segundo piso es donde están los tendederos. La casa se divide en tres departamentos, dos abajo y uno en la planta de arriba, cada uno cuenta con su propio espacio para preparar alimentos y descansar, por lo que no es necesario salir de ese espacio y, por lo tanto, tampoco socializar con quienes vienen de otros estados.
‘’Una prima me dijo que había un contratista en mi pueblo, que ganaría como cuatro mil pesos a la semana y dije de aquí soy’’. Cuando llegó a la primera de tres empresas en las que ha trabajado, la temporada de producción había bajado y no ganó tanto como le prometieron.
Ahora dice, ‘’mil doscientos pesos que ganes semanales ya es algo’’, una semana productiva con algunas horas extra le deja poco más de dos mil pesos a la semana, antes de venir a los invernaderos ganaba $3,600 quincenales, trabajando en una sucursal de Coppel.
A Daisy le gusta estar en Ciudad Guzmán porque ‘’aquí está más desarrollado, nosotros venimos de una zona más rural en todos los aspectos, está más modernizado acá’’, aunque admite sentirse un poco aislada por no conocer a nadie de su nuevo empleo, ‘’no me gusta porque siento que me ven raro, hablan un dialecto y no les entiendo. Como estaba en la universidad estaba acostumbrada a salir con mis amigos, hacer tarea y convivir con mucha gente’’.
Pero planea volver a Oaxaca a retomar sus estudios, si ahorra lo suficiente y si sus padres pueden brindarle el apoyo que necesita, por ahora debe dedicar su tiempo al trabajo en los invernaderos. Hace un mes contempló la idea de continuar sus estudios en el CUSur pero le dijeron ‘’que aquí no les dan mucha oportunidad a quienes vienen de otros estados’’, y descartó la idea.
Aunque no hay un registro oficial de todas las empresas de invernaderos en Ciudad Guzmán, un grupo de investigación del Centro Universitario del Sur estima que solo el 6% de los jornaleros foráneos es analfabeta; del resto, el 45% tiene una escolaridad de primaria, 27% de secundaria y el 22% de preparatoria.
Aun con estudios universitarios, como el caso de Daisy, el rezago laboral de sus estados los orilla a emigrar temporalmente en busca de trabajos que no necesariamente concuerdan con el nivel de estudios que tienen.
‘’Es como si estuviera uno en el norte (Estados Unidos)’’, reflexiona Alfredo sobre su situación de migrante, quien al igual que Daisy, Jorge, Esteban y Ángel destaca que su motivación para dejar sus lugares de origen es encontrar trabajo y mejores condiciones del mismo. Alfredo está aquí con su esposa, ambos son de Veracruz, él antes de venir aquí trabajaba en el campo armando cajas para la cosecha y desojando frutos, ahí ganaba el salario mínimo mexicano que es de $88.36 al día.
El desempleo y los bajos salarios son unas de las razones de migración más frecuentes a nivel mundial y México no es la excepción. A pesar de que los estados de procedencia de Daisy, Jorge y Ángel son los que tienen menor índice de desempleo en el país, los bajos salarios fueron el motivo principal de su migración temporal.
Ángel sale de detrás de la cortina que usa como puerta de su habitación y atraviesa el pasillo dirigiéndose a la cocina. Hay un letrero que explica las reglas de la casa, que no deben hacer mucho ruido después de las 10:00 pm, que no pueden meter bebidas alcohólicas, que deben tratarse con respeto y no hay que permitir la entrada a personas ajenas a la empresa.
Ángel se pone detrás de la barra, después de hablar sobre lo que dejó en su hogar, admite que se sentiría más a gusto si conociera a gente de Ciudad Guzmán.
Después vuelve a dirigirse hacia al lugar de donde salió, pero no se detiene allí, avanza hacia otro cuarto a un costado de la entrada principal, pareciera que antes era un patio, por las paredes improvisadas con grandes ventanas, pero la mujer recostada en el catre que ahí se encuentra indica que en realidad se trata de una habitación.
Ángel viene de Guerrero, cosecha los campos mientras sus dos hijos de 13 y 14 años, esperan su regreso desde hace seis meses en casa de su abuela. Mientras tanto les envía dinero para solventar sus necesidades.
Las empresas de invernaderos buscan tanto a hombres como mujeres de entre 18 y 50 años que no tengan ningún impedimento físico para trabajar, es por eso que muchos de los jornaleros se ven obligados a dejar a sus familias en sus lugares de origen y enviarles entre el 50 y 75 por ciento de su salario. De lo que les queda, la mayoría gasta alrededor de $400 semanales en despensa, mientras la empresa cubre los gastos de servicios y transporte.
Proporcionalmente, al menos de una de las empresas con un flujo de trabajadores foráneos de alrededor de 3,200 personas durante los picos de producción, el 16% son mujeres.
Los trabajadores son reclutados de varios estados de la república, de ellos se estima que el 50% viene de Chiapas, 20% de Oaxaca, 15% de Veracruz y 15% de otros estados como Tamaulipas, Guerrero y Nayarit.
Otro de los factores que intervienen en la decisión de cambiar de lugar de residencia, ya sea permanente o temporalmente, es la violencia y la alta actividad criminal. Los índices de incidencia delictiva en los estados de Nayarit, Guerrero y Oaxaca han disminuido en 35% a finales del año 2017 según los datos de la Secretaría del Sistema Nacional de Seguridad Pública, sin embargo, sigue siendo una situación latente.
Las manos de Esteban saben ganarse el pan de cada día de muchas formas, en sus jornadas de trabajo repela, poda, cambia mangueras de riego y cosecha frutos de temporada mientras que, en Tepic, Nayarit, de donde proviene, se dedica a cosechar la Amapola ‘’y cuando regrese pues a lo mismo’’. Él viene porque en las temporadas de lluvia el trabajo en Nayarit escasea.
Tiene 24 años y parece que siempre está sonriendo, lo que más extraña es ‘’ver a mi niña, tiene dos meses ta`chiquita’’, cuando su contrato termine su hija tendrá seis meses cumplidos. Se enteró de la oferta laboral por medio de la plataforma de Facebook, dice que Ciudad Guzmán se parece a Tepic, ‘’pero allá tenemos playas’’. Sobre el sueldo dice ‘’sí se gana más, pero es una chinga’’.
El primer piso de la casa donde vive Esteban es compartido por hombres del mismo estado de procedencia, que vienen por la misma razón que él, su convivencia se reduce a ese piso pues el de arriba está ocupado por hombres de Guerrero y, según sus palabras, los de ese estado son muy reservados.
Las personas originarias de Zapotlán con las que conviven, son las de su trabajo y la señora de la tienda quien los aconseja ‘’que tengamos cuidado con fulano o sutano y que no les hagamos mucha mancuerna. No he tenido una situación mala ni quiero porque aquí no …’’ Incluso cuando no hay mucho trabajo ‘’aquí estamos porque salimos bien cansados, vamos a cobrar y ya, o aquí estamos un rato’’.
Les gustaría conocer el parque Las Peñas, pero no saben dónde está ni conocen a nadie que los lleve. Su colonia les parece pacífica pues ‘’no andamos buscando broncas, venimos a trabajar tranquilos’’.
En cambio, Jorge viene de Acapulco, Guerrero, pero coincide en la tranquilidad que le transmite Ciudad Guzmán a diferencia de su tierra, ‘’la verdad aquí está más tranquilo que Acapulco, en seguridad y económicamente, pues entre más ganas le eches ganas más’’.
Él parece ser la excepción de que los de Guerrero son muy reservados, ‘’me gusta ser sociable, he tenido amistad hasta con personas de Chiapas, uno hasta me dijo ‘me caes bien, eres tranquilo y te gusta platicar’, nos ponemos a lavar y nos gusta platicar. Hace dos semanas fue a su casa y sí sentí su ausencia’’.
Después del trabajo ‘’yo llego, me relajo y me pongo en el vicio del Facebook y WhatsApp, me baño y aquí me quedo’’.
Lleva dos meses en Ciudad Guzmán, pero volverá pronto a su natal Guerrero a preparar los campos y esperar la próxima temporada de maíz, ‘’les comenté a algunas personas de aquí que ya me voy a regresar y se han puesto nostálgicas’’.
A pesar de la nostalgia, de lo que implica extrañar a sus familiares y dejar sus hogares atrás por periodos extensos de tiempo, la lucha diaria por un mejor futuro frente al panorama desalentador de México, con casi la mitad de su población en estado de pobreza, lleva y trae a estos y más trabajadores de invernaderos, cargados de historias y sueños, de un lugar a otro. Concluyen los contratos, algunos vuelven a sus hogares y otros emprenden un nuevo viaje a un destino más prometedor, pero otros más llegan aquí a vivir en las mismas habitaciones de quien buscó nuevas oportunidades antes que ellos.
El Suspicaz es un diario digital independiente sostenido por jóvenes periodistas que buscan proporcionar la información de una manera clara y útil para el Sur de Jalisco.