En 2017 se ofreció una disculpa pública a Jacinta Francisco, ella junto a Alberta Alcántara y Teresa González, fueron sentenciadas por un delito que no cometieron. Estela Hernández, hija de Jacinta, tomó parte en el discurso en defensa de las mujeres indígenas otomíes. El resentimiento en sus palabras fue grande y no era para menos, pues la justicia demoró 11 años en llegar.
Hace falta mirar hacia atrás para no repetir los errores que terminan por hacer daño en la sociedad y minar la confianza de las personas hacia las instituciones. La lógica dice que las apuestas de quienes disputen el poder, traten de mejorar lo hecho por quienes les antecedieron e incluso, tener la sensatez política de dar continuidad a lo que estaba funcionando; lo que estaba bien. Al final el bienestar colectivo es lo que se debe privilegiar. No obstante, los pasos que hemos visto en ese sentido, han sido cortos y nos dejan mucho que desear.
Actualmente vivimos en una polarización simplista que se vuelve una constante en las discusiones políticas y de gobierno, todo se reduce a bloques de “chairos” contra “fifís”, esto alimenta el repudio entre opiniones, genera sesgos y reduce la capacidad de generar consensos. La actual Administración Pública Federal asumió sus funciones bajo la promesa de la Cuarta Transformación y todo un simbolismo de bienestar a su alrededor y en Jalisco, la promesa pasaba por una Refundación. Ambas hasta ahora, han quedado cortas en sus alcances pero con una similitud: Ni en Palacio Nacional ni en Casa Jalisco se asumen errores, no hay demasiado lugar a la autocrítica, los cuestionamientos se ven como simple golpeteo y su razón es la que prevalece.
Instituciones vulnerables y democracia incompleta
Lo sucedido con Jacinta, Alberta y Teresa, fue muestra de un Estado incapaz de representar adecuadamente a su población y que no tiene como prioridad asumir un papel garante de los Derechos Humanos. Es uno de esos sucesos en los que el paso del tiempo no debe significar que sean borrados de la memoria, pues existen patrones que se repiten y eso hace completamente necesario no verles como hechos aislados, existen muchas deficiencias que merecen ser atendidas desde las bases.
La División de Poderes implica que éstos asuman sus roles de manera interdependiente y generando contrapesos que permitan un Estado de Derecho. Cuando los Poderes y sus instituciones giran en torno a intereses, complicidad y opacidad, el aparato gubernamental termina convirtiéndose en un despropósito. Una democracia no es democracia si la participación de las personas en la vida pública se ve limitada y por tanto, su capacidad de incidencia es baja. Un gobierno que toma decisiones de manera unilateral falta a su tan nombrada –en el discurso- misión de servir, e instituciones que no cumplen con sus funciones básicas de representación, incrementan la desconfianza de la población hacia éstas.
Congreso que no representa
En Jalisco, esa falta de representación ha emanado de forma singular desde el Congreso. Tener mayoría en un Congreso no debe significar que habrá ausencia de debate y que la responsabilidad en la toma de decisiones pueda ser sustituida por el descaro. En pocos días, el Congreso de Jalisco ha dado muestras de su poca credibilidad y no por nada ha sido denominado en diversas ocasiones como una oficialía de partes del Gobernador, calificativo de vergüenza pero que refleja su actuar en las últimas semanas.
El 17 de junio compareció ante el Congreso, el Fiscal, Gerardo Octavio Solís por los hechos de violencia ocurridos los días 04 y 05 de junio en la ciudad de Guadalajara y el resultado fue pobre. Se le respaldó, los hechos de violencia perpetrados por la Fiscalía quedaron de lado y las pocas preguntas objetivas que se le hicieron, fueron respondidas con evasivas. Pocos días después, durante la madrugada del viernes 19 de junio, se les tomó protesta a integrantes del Consejo de la Judicatura en un proceso amañado y de total simulación, donde las personas designadas están lejos de cumplir con las capacidades de ejercer el cargo, pues incluso, fue necesario que se les “echara la mano” para elevar la calificación en sus exámenes. Poco importó el papel de las universidades que participaron en el proceso, las evaluaciones y el Comité de Participación Social del Sistema Estatal Anticorrupción.
El Poder Judicial, es el encargado de procurar, impartir y administrar justicia y sencillamente no puede buscarse justicia cuando la corrupción es la norma.
La necesidad de volver a las bases
La clase política no puede olvidarse de parte de quién juega. Un Estado que antepone la política, reparte cuotas y condiciona el funcionamiento de sus instituciones, termina siempre vulnerando los Derechos de sus representados.
El papel de la sociedad es determinante, pero se ve severamente afectado cuando no se le escucha y cuando las instituciones no hacen más que seguir por el rumbo de la ineficiencia. La violencia y la inseguridad nos persiguen y no debe haber lugar para el olvido. Retomo el ejemplo de lo que sucedió con Jacinta hace unos años, sin embargo, estos últimos días, los gritos de justicia han sido elevados para Giovanni López, Alexander Martínez (Chander), José Antonio y Elizabeth Montaño.
Como nunca antes, necesitamos de concordia. Gobiernos que apuesten por la conciliación y que no teman en asumir responsabilidades, pues solo así podremos reconstruirnos, queremos y necesitamos estar bien. El ejercicio del poder implica responsabilidad y entender que los retos están en lo social, lo ambiental, la salud, la educación, la seguridad y en mantener instituciones íntegras. Desde ahí también pueden ganarse elecciones, no todo es lucha, descalificaciones, embates y acuerdos en lo oscuro. No es eso lo que necesitamos, no es así como tendremos un mejor país.
Como lo dijo Estela. “En pie de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la soberanía de México, por la vida y por la humanidad. Hasta que la dignidad se vuelva costumbre”.
Abogado por la Universidad de Guadalajara con enfoque en políticas públicas y medio ambiente, creo en la construcción de sociedades más equitativas y soy de un lugar que tenía un valle redondo de maíz.