, Las carrilleras de Adelita

Las carrilleras de Adelita

De miradas y retenes
Rosa Eugenia García Gómez
Rieleras y juanes, estamos en tiempos de reflexión y me gustaría compartirles sobre un tema que apasiona en tanto que es general a todos los seres humanos, y es la capacidad de comunicar.
 
Los estudiosos a veces no se ponen de acuerdo de si comunicar es un acto o es un proceso. Lo que no está a debate es que la desarrollada capacidad de transmitir ideas y tomar acuerdos es lo que ha permitido a las personas, como seres racionales superiores, avanzar en el desarrollo de las civilizaciones.
 
La potencialidad del acto o el proceso comunicativo, como cada quien lo quiera entender es tal que gracias a ello, a veces basta una simple mirada para que nos haga sentido todo un contexto.
 
Como periodista aprendí que hablar y escuchar mirando a los ojos de un entrevistado ayuda a desarrollar su confianza y a detectar sentimientos que no están explícitos en las palabras, información valiosísima para luego construir un texto informativo que tendrá grandes posibilidades de no quedarse en ese plano sino de entrar al de los sentimientos y sus descripciones, ese que es tan útil para el desarrollo de crónicas potentes tanto por los datos que revela, como por la empatía que se genera en aquel ser humano que las lee.
 
Luego apliqué el valor de una comunicación humana en el sentido más amplio con mis estudiantes. Jóvenes con inquietudes, pasiones y sí a veces apáticos y por ello un tanto desesperanzadores para quienes estamos acostumbrados a ir por esta vida dejando la piel en cada compromiso. Sin embargo, la docencia, igual que el periodismo, es una vocación y un apostolado. Los retos y dificultadas solamente sirven para detenerse por un momento y así tomar un impulso basado en la reflexión humanista y la estrategia creativa y de respeto para salir avante.
 
Desgraciadamente el entendimiento humanista de los procesos sociales no siempre está presente en este país. Este martes 12 de diciembre pasé por un retén en Ciudad Guzmán, las armas de fuerte calibre de quienes lo llevaban a cabo llamaron mi atención y mientras circulaba por el lugar en mi vehículo volteé a ver a sus portadores, la mirada con la que me topé, era la de una autoridad física basada en la posesión de una herramienta capaz de herir a otro ser humano e incluso de quitarle la vida. En la escena fue evidente la ausencia de una autoridad moral y de respeto a la investidura de un uniforme que indica la pertenencia a una institución.
 
Luego me acordé del contexto que actualmente prevalece en la víspera de la aprobación de la Ley de Seguridad interior, una normativa que el investigador social argentino Edgardo Buscaglia calificó según lo reporta la revista Proceso como, “una ley que pretende justificar legalmente las prácticas abusivas. Es una ley que no tiene controles políticos adecuados para el presidente a la hora de declarar la intervención de un Estado o de un municipio. Es una ley que no tiene controles judiciales adecuados, donde el fiscal está ausente del control de los operativos militares”, después Buscaglia también señala que esta ley servirá de marco jurídico para la represión del pronunciamiento ciudadano discordante con la errática manera como se ha venido gobernando este país.
 
Así, lo que es evidente es el temor de quien posee la potestad de gobierno ante una etapa natural del proceso comunicativo humano, la respuesta contundente de enojo y reprobación ante planteamientos y acciones a todas luces equivocadas y fallidas en ámbitos vitales para las personas que habitamos este país como lo son la economía, la seguridad y la paz.

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