El fenómeno social que se desprende a partir de los hechos emanados desde la cancha de fútbol, ha encontrado una indiscutible forma de solventar la conducta imprescindible de un sin número de personas que, antes, durante y después de los noventa minutos sustentan el accionar individual y grupal de su querido club.
Los momentos en que se ha dividido la pasión a lo largo de la historia en la ciudad de Glasgow, tienen un tópico o, para mejor ubicación coloquial, una forma conductual auspiciada directamente por una de las entidades futboleras que tienen como sede a la segunda urbe en importancia del país.
El Celtic y su empoderamiento mordaz a través de los 129 años de existencia han cimentado la cultura que va más allá del fútbol, debido al valor social que se desprende por ser el ente representativo de una población inminentemente católica. Además de todo aquello que se ha creado a partir de una existencia triunfal, por lo cual su significado se catapulta hacia un nivel insospechado, debido a la unión de factores primordiales en la forma accional del equipo y su ramificación social.
En su primera etapa su nombre fue The Celtic Footbal and Athletic Company Ltd., sería la denominación sólo usada de manera oficial, puesto que el pueblo y todo aquello identificable con el equipo fue catalogado de manera insigne como The Celtic.
Posteriormente en 1994 a su nombramiento se le anexaría Club de Fútbol. Al conformar su origen con tintes eclesiales debido a la intromisión fundacional del marista Walfrid, se produjo la creación de las bases de la misión en el nuevo equipo, misma que sería bien recibida desde un inicio por las huestes republicanas irlandesas y los sectores más populares de una sociedad escocesa que sin dudarlo ha ofrecido su apego al club albiverde.
A los recuerdos y legado que se han solidificado a partir de 1892 y 1893 con la primera copa y liga, se han unido un sinfín de hechos capaces de marcar estigmáticamente a un número poblacional indefinido. La fortaleza personal se pudo amotinar en el cauce directamente a nivel continental, creando una nueva forma de experimentar todo aquello que ya se había conquistado en el entorno local y que la misma sinergia abastecería en la ya entrada década de los sesentas.
La posteridad marcará el año 1967, debido al enorme valor en el hecho que aconteció con los llamados “leones”, quienes obtuvieron la entonces Copa de Europa en la final de Lisboa contra el Inter de Milán. A partir de esos momentos un par de figuras se encumbrarían de forma perpetua, Billy McNeil y Jock Stein, el primero como el capitán y el segundo como técnico.
Los momentos de gloria a nivel internacional quedarían emplazados hasta muchas décadas después, pues la inercia negativa en la que se sumergió el fútbol escoces arrastró a los conjuntos pertenecientes a su federación, a la vez que sus máximos representantes solo aglutinarían logros de manera avasallante en la liga local.
La primera división escocesa fue y ha sido el parteaguas para que la leyenda del club enfundado en la casaca con franjas blancas y verdes pudiera plantarse como ese ente antagonista a su máximo rival; The Glasgow Rangers. Además de posicionar inconmensurablemente su estadio Celtic Park como el escenario que se ha convertido en un aliado perfecto para la consecución de un sin número de títulos, mismos que juntos suman 48 ligas, 36 copas y 16 copa de liga.
En una historia que en el más reciente lustro se ha visto beneficiada con un hexacampeonato consecutivo, mismo que sin lugar a dudas fue auspiciado por la debacle deportiva de su más enconado rival. Por lo que en plenitud geográfica Glasgow y Escocia se han visto totalmente empoderadas por el Celtic; la otra pasión nacional.