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Cultura Volátil

México tiene el ombligo de la luna y el corazón de maíz

“Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego del cielo y quitó a Tlacotecutli y puso por sol a su mujer Chalchitlicue, quien fue sol por 312 años. Durante el tiempo que Chalchitlicue fue sol, la gente comía de una simiente como maíz que le dicen “cincocopi” [teocintle].”

Leyenda de los Soles (Ángel Ma-Garibay 1973 y Primo Feliciano Vázquez 1975)

México tiene el ombligo de la luna y el corazón de maíz, de maíz prieto, de centli como dirían los abuelos.  Es por ello que el mexicano escogió la luna como una de sus protectoras y el maíz como eje fundamental, no sólo de su  gastronómica, sino también de rituales e identidad. La cultura del maíz, desde nuestros antepasados se ha impregnado hasta el tuétano, tanto que se han realizado dichos y frases populares como alrededor del maíz por ejemplo: “El que siembra su maíz, que se coma su pinole”, “como dueño de mi atole, lo menearé con mi propio palo”, para alabar “tu sonrisa como mazorca”, para los que brincan el charco y regresan sintiéndose gringos “se te olvidó como se llama pero bien que le soplas al atole”  y la frase que le agrada a los políticos “nos dan atole con el dedo”.

            El maíz fue tan impactante que, en cuanto los peninsulares lo conocieron,  se lo llevaron a Europa  e hicieron registro de su uso y su forma de cultivo como lo hizo Fray Bernardino de Sahagún, en el siglo XVI, en sus crónicas e Historia general de las cosas de las nueva España,  dice

“Su mantenimiento y comida era el maíz (…) sembraban y beneficiaban así el blanco como el de los demás  colores y compraban y trataban con ello por moneda”

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* Requerido

Y así como Sahagún varios historiadores o cronistas, levantaron testimonio de la cultura del maíz, Francisco Hernández  en su Historia natural de la Nueva España del siglo XVI, Ilarione de Bérgamo, Viaje a México  dl siglo XVIII;  Jhon William Harsemberg en El maíz de 1894, sólo por nombrar algunos. Pero ¿qué vieron los exploradores en este grano y que no tuviera otra semilla? Pues lo más seguro, es que hayan encontrado en el maíz, el eslabón entre lo dogmatico y lo real, el camino para comprender a los indígenas su esencia, su identidad; y de esta manera, la conquista y el choque cultural fuera más fácil para ellos. Y no sólo en México, sino en toda Latinoamérica; pues el maíz, aunque es tradicional en nuestro país, en gran parte de la América latina se usaba casi con los mismos fines que en México. No obstante, fue sólo en nuestro país donde este grano se torno sagrado, pues no sólo con la cultura nahuatlaca hay  mitos sobre la simbiosis del maíz y el hombre; también está en los mayas con el Popol Vu, en la tradición oral zapoteca , wirrarica y muchos más.

La herencia que nos dejaron nuestros antepasados recae en nuestra propia identidad; desde la domesticación del teocintle (lo que nos dieron los dioses) para convertirlo en lo que hoy conocemos; hasta el tratamiento para su preparación gracias a la nixtamalización ha permitido que la gastronomía mexicana sea amplia. Pues sólo en México, se han encontrado cerca de 64 razas distintas de maíz, según Dulce María Espinoza, Investigadora de la UNAM, de los cuales 59 se pueden considerar nativas.  Gracias a las distintas características del maíz nativo permite la preparación adecuada para cada platillo; por ejemplo unos ricos totopos con el maíz zapalote chico de Oaxaca; para pozoles el cacahuazintle, el ancho y el tabloncillo por sus granos anchos y gruesos; para botana, una ricas palomitas con el  reventador y las tradicionales tortillas de comal con el pepitilla , el arrocillo, el tuxpeño o el de Celaya; para las tlayudas el bolita;  y para mantener la boca cerrada comiendo pinole con el apachito y el dulce.

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Sobre los procesos de domesticación hasta la fecha se discuten dos teorías; la primera gira en torno a si misma de la semilla, de un proceso natural – y que quiero señalar que es la que más me convence- la cual dice que existieron varios centros de domesticación con distintas técnicas cada una a partir del teocintle así dando una variedad de maíz, esto hace ocho mil años. La segunda se limita a la cuenca del rio Balsas (oriente de Michoacan y norte de Guerrero) donde se cree que el teocintle fue domesticado y de ahí partió a distintas latitudes; sin embargo ambas siguen en discusión.

Gracias a que el maíz es una de las pocas plantas que se aprovecha el 100%, ya sea para consumo humano o animal; y que se puede combinar con otras durante su siembra, ya sea frijol, calabaza, chiles entre otros, haciendo, según expertos, se obtiene un 15% más producción que un monocultivo.  Por estas nobles cualidades, actualmente se han registrado cerca de 300 razas de maíz solo en el continente americano.

Imagínense, la expresión de los navegantes europeos al ver tantas formas en cómo aprovechar una semilla, y agregándole como extra que es adaptable casi a cualquier clima. Pues no dudaron en llevársela para su explotación. El primero que se levó la semilla fue Cristóbal Colón; debido a los intercambios mercantiles y las nuevas rutas de comercialización África, el maíz fue ganado terreno en los campos de esas zonas. Pronto se convirtió en alimento de primera necesidad, en especial de las clases bajas debido a sus bajos costos de producción.

Debido a todos lo que el cintle aporta,  distintos pueblos, tanto de mesoamérica y aridoamérica, lo adoptaran como piedra angular de los rituales y gastronomía.  Por ejemplo el origen del pozole, que en náhuatl quiere decir “espumoso o espuma”; es ritual, el mismo Fray Bernardino de Sahagún, menciona que se usaba en los rituales de Xipe (el dios desollado); dicho platillo se hacía con base de algún prisionero que se sacrificaba; al emperador en turno se le servía la parte del muslo. Esta acción de comer la carne de un “prisionero de guerra” se podría mal interpretar, pues se pensaría “un acto salvaje” como lo vió en su momento Nuño Beltrán de Guzmán quien destrozó una olla de pozole en Tonalá al ver restos humanos.  La realidad de esta acción era más por respeto; nuestros antiguos mexicanos creían fielmente que, el comer la carne de una persona después de muerta podríamos adquirir ciertos dones, habilidades de la persona fallecida. Es así que el comer la carne del guerrero podría dar el don de la valentía y destreza de la guerra;  así como el comer el de una persona cercana el no ser olvidado, de un curandero sus conocimientos, solo por nombrar algunos ejemplos. De esta misma manera de acciones rituales (principalmente funerarios) y antropófagas nace los ricos tamales, el taco, la cuaxala, los distintos moles.

Aunque existen platillos y bebidas, a base de maíz, como el atole, (aguado en náhuatl) como el babu, el champurrado u otros que se han mestizado a lo largo del tiempo; o las bebidas que nacieron de acciones rituales por ejemplo el tejuino (tesgüino), bebida  fermentada originaria de Nayarit y norte de Jalisco de nuestros hermanos Wirras. La palabra tejuino proveniente del vocablo náhuatl tecuín que significa “latir el corazón” y era utilizada para sus rituales sagrados.

Entre los pueblos yuto (azteca como los ópata, pimas o bajo del sur, tarahumaras, guarijíos, yaqui, mayo, tepehuanes del norte y huicholes), consumen esta deliciosa bebida con fines ceremoniales en donde los colores, la música y aspectos católicos se mezclan; ahí, hombres y mujeres participan por igual sin hacer énfasis en la discriminación. Para los rarámuri, estos bailes se llevan a cabo para complacer al Padre Sol y a la Madre Luna y les otorgue el don de la Lluvia.

Cuenta la leyenda que un día esta bebida tejuino fue dada a los indios indígenas por Onorúame o Tata Rioshi, para que pudiera realizar su trabajo. Antes de beber debe primero ser dedicada al Tata Rioshi de manera simbólica arrojando tres pequeñas calabazas, tomadas de una calabaza más grande, hacia los cuatro puntos cardinales. Esto se hace frente a una cruz de madera y con el propósito de dejar que Dios beba primero para que no se moleste.  Su origen ritual es similar al pulque u otra bebida fermentada de origen prehispánico.

Así pues, el maíz ha sido parte fundamental de nuestra vida; tanto que la religión católica no ha podido hasta la fecha, eliminar festividades prehispánicas, y en vez de quitarlas se unió a ellas para crear híbridos festivos llenos de color y sabores; ejemplo el día de muertos su origen es agrícola, cuando terminaba la cosecha del maíz, se dedicaba, desde octubre, días de “agradecimiento” por lo cosechado y se cerraba con la ofrenda –no altar – para nuestros seres que intervinieron con los dioses para un buen temporal. Y al mismo tiempo compartir los alimentos como la calabaza, los frijoles, el chile y por supuesto el maíz.

Hay que acordarnos que nuestros antiguos mexicanos se usaban calendario agrícola basados en la luna y el sol y no el calendario actual, así que se mencionan meses aproximados de cosecha por cuestiones prácticas. Por ello  hay tras festividades que inician en agosto dedicado al maíz como en Tesistan, Zapopan Jalisco,  las festividades del Elote en Xalisco, Nayarit;   u otras al inicio de la temporada de cosecha como la feria del maíz,  en la Ciudad de México, que se realiza en mayo; y muchas de estas festividades se ha adaptado a las celebraciones  de los santos patronos de cada población. Por ejemplo, en San Felipe del Agua, en Oaxaca fiesta dedicada al maíz y San Felipe apóstol. Y si esto no fuera suficiente, el maíz ha generado incluso danzas como las que existen en la huasteca potosina, la danza del cojito en Iztapalapa y varios más.

Y qué decir de todas las leyendas orales que se han creado alrededor del maíz´. Desde la ya conocida leyenda de Quetzacoatl, dador de vida a los merecidos, hasta cuentos actuales donde el masi participa como eje.

A pesar, de que el maíz es el grano que representa la identidad mexicana en su máxima expresión, a partir de mediados del siglo XX este grano empieza a perder la batalla ante un sistema económico opresor, acaparador y que no valoraba el campo mexicano –cosa contraria a lo que la revolución fomentaba-  los campos mexicanos, en su mayoría participó en una competencia dispareja en contra de países con gran tecnología, que producían el doble de lo que México realizaba; y a pesar de ser nuestro maíz, muchos agricultores abandonaron la tierra y migaron a la ciudad; por mucho tiempo los valles llenos de cañas doradas  fueron desapareciendo de nuestro paisaje.

Fue hasta la entrada de TLC –otro monstruo acaparador- cuando el campo mexicano se reactiva con monocultivos, pero no de maíz. El horizonte cambia y se tala, se manipula y trasforma para dar paso a los viveros que producían jitomate, hortalizas, y en los últimos años aguacate y berries.

Ante esto no sólo está en riesgo los daños ecológicos que se generan por cambio de uso de suelo, también la identidad; quedan solo en los recuerdos el mote de los mazorqueros de Zapotlán, o la tan afamada Villa maicera de Zapopan. El maíz es un símbolo perenne de nuestra identidad. Por eso es importante el rescate y la protección de la rica variedad de maíz en México, porque en México ¡Ah que chulo es el maíz prieto!

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