El símbolo de la victoria puede verse reflejado en medio de varias ejemplificaciones, mismas que irremediablemente adquieren un valor estético indiscutible entre la sociedad local donde adquieren su procedencia primaria. Al mismo tiempo, sin necesitar realmente una dependencia u origen disciplinario para su nacimiento, surge una sorpresiva emanación popular directamente ligada a los hechos acontecidos desde el césped de alguna cancha de fútbol. En un modus vivendi en el que se inmiscuyen paradójicamente un club y todo aquel capaz de crear y sobrellevar el sentimiento de pertenencia: el aficionado.
La segunda década del siglo XXI ha ofrendado a la historia propia del balompié internacional, y en una escala más personal a la sociedad futbolística italiana y alemana, una nueva era de transcendencia en dos de sus instituciones más laureadas e históricamente ligadas a aglutinar el poderío local.
En un proceso a dúo que si bien comparte la hegemonía abrumadora en sus respectivos entornos, tiene la capacidad de desligarse gracias a la concepción técnica y táctica que cada país le ha dado históricamente al balompié. Ambos pensamientos futbolísticos han emergido desde las entrañas de dos gigantes europeos a nivel de selección nacional y de clubes, todo en pos de conceder una nueva época demoledora que tiene sus orígenes en dos regiones no tan distantes entre sí: Piamonte y Bavaria.
Desde el norte de la nación con forma de bota, ha vuelto la hegemonía aurinegra bajo la denominación de un añejo club como es la Juventus. El eterno campeón ítalo que después de la sumersión deportiva en el 2006, vendría a posicionarse como un nuevo proyecto capaz de obtener los resultados que actualmente sustenta, además de cimentar las bases para que su estructura piramidal cada temporada se vuelva cada vez más fuerte, debido a la insaciable llegada de capital humano de la mejor calidad.
Con la nueva era dorada para la institución moradora en la industriosa Turín, los elementos históricos que han catapultado al club a ser el de mayor arraigo en Italia han regresado, conjuntamente con el poder mezclar la cualidad más tradicional de su fútbol, como lo es el juego defensivo a ultranza. Por lo que la mitificación del rancio estilo catenaccio ha vuelto a fortificar su valía, al ser llevado a la práctica con tal perfección por la zaga juventina que al unísono plasma sobre el césped la formación con la quinteta defensiva, tres centrales fijos y dos laterales que al momento del ataque tienen la capacidad de convertirse en volantes extremos y regresar a formar la muralla frente a los ataques rivales.
Mientras que el versátil medio campo aglutina la fuerza y brinda el soporte necesario para que la estructura de los once jugadores no decaiga en ningún instante, con sus tres elementos, la cintura del club piamontés intercala de forma magistral la sabiduría, elegancia y pundonor en cada noventa minutos en pos de ser la válvula que nutre de buen toque a la parte frontal. Además de nunca olvidar el ADN de todo mediocampista que juega en Italia, el saber defender y controlar todo ataque rival.
A pesar del transcurso en el tiempo, este sistema acopla y requiere de verdaderos entes mortíferos que subyugan a los equipos que se cruzan en frente, bajo una clase de elementos que juegan en par; uno llamado media punta y que tiene como misión máxima el acarrear la mayor cantidad de marca y abrir espacios entre la defensiva en pos de que su pareja al ataque aniquile con un certero movimiento de cabeza o una media vuelta al portero contrario.
Unos cientos de kilómetros a la distancia, se encuentra otra región que auspicia y es sede de una institución igualmente equiparable en poderío, historia y era de triunfos inigualables: Bayern Munchen. Baviera y su institución cien por ciento representante del orgullo teutón, acopla histriónicamente todo el sentimiento de pertenencia que impera y ha fortificado a la imagen del fútbol que se juega en Alemania.
El nacimiento de la nueva era de gloria para esta institución germana, se ha desarrollado paulatinamente en conjunto con aquellos cánones precedidos en su época de mayor gloria; los años setenta. Bajo la misión de regresar al equipo del sureste, la estructura muniquesa se vio obligada a buscar entre sus entrañas para poder dar a luz a elementos formados dentro de su academia, y regresar a las bases del fútbol disciplinado, con el plus que otorga el incansable espíritu combativo.
Los aspectos de formación de sus noveles integrantes se conjuntaron con la otra parte de la estrategia; los refuerzos procedentes de la misma liga o de instituciones extranjeras, mismos que se sumaron a la fuerza renovadora. Desde la parte estratégica, se gestaría el acoplamiento de figuras con nuevos sistemas tácticos que dotarían los primeros títulos para la organización en esta nueva era. Aunando a las primeras andanzas triunfales, la oncena muniquesa ha proseguido con el perfeccionamiento en el armado de su cuadro que cada fin de semana salta a los verdes campos alemanes.
Con movimientos cercanos a la perfección y que han catapultado de nueva cuenta a esta institución a conquistar el penta-campeonato liguero, en una clara muestra de la evolución futbolística, debido a la mezcla del juego más tradicional germano y el preciado sistema emanado desde Cataluña. En un binomio de poder absoluto que se plasma en el rectángulo de césped, gracias al pase en corto y al vértigo de los ataques elaborados por innumerables cambios de posiciones.
Dos equipos, un par de instituciones sabedoras de su pasado, un dúo de clubes que ahora se ha encargado de acrecentar su historia y enaltecer el sentimiento de pertenencia en cada uno de sus respectivas regiones. Los monarcas eternos del fútbol en Piamonte y Baviera; los entes que van más allá del curso en el tiempo y que temporada a temporada aumentarán su ya exquisita historia deportiva. Hasta el momento son el hexacampeón de la Seria A y el pentacampeón de la Bundesliga.