Rieleras y juanes cuando nos referimos a los puntos de vista o a las opiniones, ciertamente hablamos de la variedad de tonalidades de grises que existen entre el blanco y negro. Nuestra manera de interpretar las situaciones tiene normalmente una tendencia, entre lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo.
Digamos que la polarización a primera vista es lo más sencillo, pero también lo más ingenuo y en los temas de debate actual de los ataques a los periodistas se ve la tendencia a buscar los extremos de una situación, parte de la cultura política pobre a la que esta estrategia le ha funcionado.
Sin embargo, es el conocimiento, la educación, la profundidad en los temas de debate lo que hace que surja en medio de la polaridad, las vicisitudes de los grises, y ante los elementos de certeza el debate toma realmente forma al verse apuntalado por la reflexión, por la materia gris cristalizada en argumentos.
En un contexto democrático, en el que es insoslayable la prensa libre, los actores políticos deben asumir que en tanto que sean servidores públicos, son susceptibles a la crítica pública y que están bajo la lupa, ellos y cualquier entorno próximo a ellos con indicios de conflictos de interés.
Los periodistas no son servidores públicos, sus ingresos son del orden privado, pero ojo, esto se puede volver público si estos ingresos están ligados a las acciones de entes públicos, que reciben presupuesto del erario común, como los partidos políticos o las mismas entidades de gobierno.
Por otra parte, una prensa ejercida con responsabilidad sabe y aplica los principios éticos de cada persona y deontológicos del periodismo. El ejercicio periodístico ético no toma partido, no se presta a la polarización, porque sus procesos de indagación en una constante búsqueda de la verdad, desvelan las tonalidades de grises que dan claridad al entendimiento de un suceso importante para la sociedad.
No es posible que el buen periodismo sea concebido siempre de un lado u otro de las realidades políticas de un país. Cada circunstancia, cada hilo de sucesos es analizado y expuesto para que la sociedad, una vez conocedora de los hechos, tenga el discernimiento que acaba con la polarización.
Lo que sí es un hecho es que en México se asesinan periodistas y no pasa nada, y lo más lamentable es que desde la plataforma que el presidente tiene, lejos de discutir el incumplimiento de brindar seguridad a los y las periodistas, lo que se hace es distraer con informaciones para, otra vez, polarizar, en este caso, en contra de la prensa.
Polarizar es una estrategia política que le resultó al gobierno de la 4T, pero ante la labor de investigación periodística que echa luz sobre las realidades, los dichos y actos de contraposición social pierden efectividad. Por eso Andrés Manuel ataca a los periodistas y los tacha de buenos y malos, pero ¿acaso es el papel del presidente ser editor o jefe de información?
Y peor todavía: ¿qué autoridad ética tiene para dictaminar qué periodista es afín a su proyecto de gobierno? Cualquiera que tenga un ápice de conocimiento deontológico periodístico sabe que la prensa debe ser independiente, particularmente de los gobiernos, además de otros poderes, precisamente para mantener la confianza en los contenidos de parte del público que espera información sin tendencia, o al menos lo menos tendenciosa posible. Por eso ante esa lista de periodistas buenos o afines que dio el presidente en la mañanera del miércoles de la semana pasada, más de alguno dirá “No me ayudes Andrés”.
Coordinadora de la Licenciatura en Periodismo del Centro Universitario del Sur.