Por: Iván Serrano Jauregui | Ciudad Olinka
Desnudo y atado a un poste, el mártir San Sebastián de Milán recibió una lluvia de flechas ante una multitud reunida en un estadio de la antigua Roma.
Cuenta la tradición católica que ese fue el castigo que el emperador Marco Aurelio Valerio Maximiano le dio tras ver que el joven soldado prefirió seguir practicando el cristianismo.
Un milagro ocurrió y aquel tormento no lo mató, pero al tiempo el tirano lo mandó a azotar hasta dejarlo sin vida, eso en el año 288 después de Cristo.
Más de mil años después, la idea del mártir católico llegó con los españoles al continente americano, convirtiéndose en un símbolo del sincretismo de los pueblos originarios y la cultura invasora.
Fue así que en Tuxpan, en la Región Sur de Jalisco, tres imágenes de San Sebastián del siglo XVII (llamadas el Arribeño, el Abajeño y el Pronunciado) se convirtieron en el único recurso de auxilio ante una epidemia de cólera y viruela que robó la tranquilidad de los habitantes.
Se cuenta que en aquel entonces cada uno de los santos se colocaron en las entradas de Tuxpan para evitar que la enfermedad entrara.
El cometido se logró y, desde entonces, la población indígena juró que se realizarían grandes fiestas para agradecerle.
A varios siglos de distancia, cada 20 de enero, Día de San Sebastián de Milán, inicia una de las fiestas populares más importantes del Sur de Jalisco.
Dicha festividad se extiende durante tres días, en el que cada una de las imágenes es protagonista: la abajeña (20 de enero), la arribeña (27 de enero) y la pronunciada (2 de febrero, junto con la Virgen de la Candelaria).
La procesión de San Sebastián en Tuxpan
Los brazos de tuxpanenses soportan cada una de las cerca de 50 imágenes de San Sebastián que avanzan en peregrinaciones por las calles de la localidad.
Todas provenientes del Templo de San Juan Bautista y ataviadas para la ocasión.
Con el brazo derecho levantado, recargado sobre un madero, semidesnudo y con las flechas dispersas en varias partes del cuerpo.
El mártir aparece con distintos semblantes: a veces sereno, otras sufriendo; en ocasiones con un rubor que le asienta su lado femenino.
Los hay pequeños, muy grandes, con togas, con falda de soldado romano, con el cabello corto o quizás largo con los lisos tan perfectos, como si hubieran acudido a un salón de belleza.
Muchos de estos santos son paseados al interior de arcas, nichos de madera o simplemente descubiertos en su esplendor, para que se les admire mejor.
Minutos antes de dicho festival, todas esas imágenes estaban acomodadas ante el sagrario del templo, acompañando a los tres San Sebastianes más antiguos.
Al salir de la misa, uno se encuentra entre un gran mitote en el atrio: los Sonajeros y los Chayacates se hacen presentes para arma tremendo alboroto con coreografías y melodías casi hipnóticas.
Las calles de Tuxpan llena de fiesta por San Sebastián
Una vez cruzada la Cruz Atrial nace la calle Álvaro Obregón, que en cuestión de minutos se pone repleta de sillas de quienes buscan tener la mejor vista.
Entre el montonal van apareciendo los San Sebastianes de los diferentes barrios, custodiados por cuadrillas de sonajeros y chayacates.
Muchos de quienes les bailan lo hacen por manda, para recibir un favor divino o porque la tradición así se los dicta.
Los chayacates son desmadrosos. Sus gritos remiten al caos con el que los españoles vinieron a arrasar con las culturas originarias, y por ello las máscaras que portan parodian el fonotipo europeo de barbas, tes blanca y ojos azules.
Entre el gentío hay rostros conocidos, pero también de mucho foráneo proveniente de otras regiones de Jalisco e incluso de Colima y Michoacán.
La veneración del santo y la promesa de fiesta eterna ya está, de ley, marcada en los calendarios del Occidente del país.
A lo largo de varias cuadras, la procesión mantiene un ritmo: avanzan los santos, muchas personas en las banquetas esperan a verles con las manos unidas en oración, los celulares que transmiten, los fotógrafos buscan capturar el color, los padres de familia señalan cada escultura para que los pequeños los identifiquen.
El paisaje sonoro es espléndido y lo marcan los pasos de los sonajeros que no escatiman en el alarde.
Altares por todo Tuxpan
Después de varios minutos el atrio del templo ya luce vacío, parece que no hubiera ocurrido nada ahí desde la madrugada, cuando iban llegando los dueños de los santos para acomodarlos al interior de “la casa de Dios”.
Cada cuadrilla y sus figuras ya están desperdigados por Tuxpan, donde cada barrio ha montado su respectivo altar, donde ocurre el sentido de comunidad.
Ya con sus respectivas imágenes religiosas, reposando del ajetreo de la peregrinación, la gente rodea el punto y comienza la fiesta en honor a San Sebastián en Tuxpan.
Hay al menos 50 altares en todo el territorio de Tuxpan.
Al estar en la calle, cualquiera puede llegar y degustar de la coachala que ofrecen las familias.
Se trata del sabroso platillo tradicional hecho de caldo de jitomate, chiles, manteca y masa de maíz con pollo desmenuzado.
El resto de la tarde la bebida no falta, acompañado de la música que en cada altar se decida poner.
Ya en la noche el apetito vuelve y se puede repetir la coachala o quizá variarle con un mole, sopa y más.
Para ese momento, los danzantes ya tuvieron que haber ido a bailar a cada uno de los altares, donde de ley tomaron un ponche con destilado de agave para refrescarse.
Hay quienes no llegan al final porque la borrachera simplemente les ganó en honor a San Sebastián en Tuxpan.
¿Por qué Tuxpan es la tierra de la fiesta eterna?
En entrevista para Ciudad Olinka, Miguel Ortiz Vázquez, historiador de Tuxpan, asegura que la idea de la tierra de la fiesta eterna en Tuxpan existe…
“Porque desde tiempos remotos teníamos por lo menos 15 capillas, entonces imagínese cómo era eso en una localidad de dos cuadras de cada punto cardinal, era exagerado ese número”.
“Entonces no terminábamos una fiesta, cuando ya estaba comenzando otra”.
Y para pruebas, las fiestas de San Sebastián se empalman con las de la Virgen de la Candelaria.
Que a su vez alcanzan a las fiestas de la Virgen de la Salud y otra en honor a San Felipe de Jesús en distintos barrios.
Tras preguntar al cronista, cuál es el santo favorito de Tuxpan, responde que el mero mero es San Juan Bautista, pues es el santo patrono desde 1536.
“Pero los tuxpanenses tienen historia ancestral desde 1390, por lo tanto, para mí la fiesta de fiesta es la de Corpus Cristi, donde participan las ocho cuadrillas de sonajeros”.
“Donde la deidad original venerada es el antiguo dios Xipe Totec”.
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