En colaboración con Tonantzin Cárdenas
Estas últimas semanas han transcurrido ante escenarios que demandan cambiar nuestros hábitos de manera radical. Afuera hay una pandemia, para los griegos esto significaba reunión de todo pueblo. Hoy la manera de unirnos está en quedarnos en casa. El 24 de marzo México anunció la fase 2 de contagio y cuatro días después las medidas de aislamiento se generalizaron y prolongaron.
En conferencia, Dr. López-Gatell dijo que “La única manera de reducir hoy la transmisión es quedándonos en nuestras casas, en forma masiva durante al menos un mes”, algo que debemos tomar con cautela y responsabilidad. Al corte del 1ro de abril según la información del Verificovid | Vacúnate contra la desinformación en nuestro país hay un total de 37 decesos, 1378 casos confirmados y 98 pertenecen a Jalisco.
Seguir las recomendaciones sanitarias es algo sostenible para algunas personas, pero para quienes dependen de su trabajo diario para llevar alimentos a sus hogares es algo inimaginable. El aislamiento puede hacernos añorar todo aquello que podíamos hacer de manera habitual. Disfrutar de un parque, de un sendero o de las calles se ha convertido en una actividad de riesgo. La amenaza no es visible a nuestros ojos, puede estar en superficies u objetos que tocamos constantemente o en la cercanía con otra persona que podría no saber que está contagiada. Este virus ya ha enfermado a casi 900 mil personas en el mundo.
Sobre los beneficios de caminar y descansar el alma
Las calles son los lienzos de nuestros recuerdos; Aunque constantemente la memoria nos engaña, nos muestra una pizca de pasado y varias cucharaditas de nuestra propia imaginación para almacenar los hechos como verdad. Los lugares funcionan como los olores que nos remiten a un recuerdo, o alguna mentira que construye el tiempo. Caminar es una oportunidad de agradecer que puedes hacerlo. Además, hasta puede mejorar tu digestión.
Sonreír y darle los buenos días a gente desconocida no es cosa de pueblo. Es cosa de calidez humana y para cuando todo comience a hacer nuevos surcos en el mundo, nos necesitaremos más que nunca para enfrentar los abismos que se abrirán en las brechas de la desigualdad.
Cuando todo vuelva a estar bien
- Practiquemos la empatía y la conciencia de la experiencia más allá del propio cuerpo. Dejar pasar a quien lleva un bebé en brazos, a quien va cargando algo, o hacerle espacio en la banqueta a quien lleva prisa. Preferir a cualquier persona que pueda necesitar ayuda.
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Saber estar tranquilamente alerta.
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Generar confianza en mí, sin dejar de estar atenta a situaciones de riesgo
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Observa y asume que más allá de ti hay un chingo de mundos, formas de vivirlos, de sufrir y de gozar.
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Toma vitamina D, que no hay ninguna como la de los rayos del sol
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Conversa contigo mismo hasta morderte los sesos, encenderte la amígdala como las luces de un bar en viernes. Decir la hora, una dirección correcta o desear un buen día a completos desconocidos (sin contar Tinder, Bumble o cualquier red social) no te dejará pobre ni escuálido
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La posibilidad de hacer realidad la escena de alguna película y encontrar al amor de tu vida mientras levantas del suelo un ticket que acaba de caer de su bolsillo trasero.
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Saber que el punto anterior es imposible, así como muchas farsas que tiene la vida y aún así no es tan mala.
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Por difícil que parezca, devorar un libro mientras caminas. Los sentidos se agudizan de tal forma que estimulan al cerebro ampliando el espectro de conocimiento, caminando más con el oído que con la vista (es toda una experiencia sensorial).
Cuando todo vuelva a estar bien, tendremos la oportunidad de valorar y resignificar aquellas experiencias cotidianas que constantemente se ven absorbidas por la necesidad insertada de vivir produciendo aceleradamente. Para cuando todo termine, la reunión de todo un pueblo nos habrá transformado.
Abogado por la Universidad de Guadalajara con enfoque en políticas públicas y medio ambiente, creo en la construcción de sociedades más equitativas y soy de un lugar que tenía un valle redondo de maíz.