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Cultura Volátil

La luna, inspiración de plata

Uno de los símbolos más representativos en la humanidad, después del sol, es la luna. Ella ha jugado un papel fundamental en el mundo religioso y artístico, ya que, desde que el hombre tuvo conciencia de sí mismo y su contexto la representó de distintas formas. La hizo diosa, musa y objetivo a conquistar.

Tal vez una de las razones por la cual el humano, ya con un hálito de conciencia, se obsesionó con ella haya fue por su estado cambiante y cíclico, cosa contraria al sol. Por lo cual la asociaron de manera inmediata con un ente femenino al compararla con la mujer en su ciclo de 28 días, y por tal motivo con una deidad, en muchas de las civilizaciones que representó la fertilidad.

La Luna tuvo naturaleza divina (femenina) para sumerios, acadios, babilonios y caldeos. A la diosa lunar la llamaron Nanna los sumerios y Sin, los acadios. La región mesopotámica tiene la forma de una luna creciente, el creciente fértil, regado por los ríos Tigris y Éufrates, la cual constituye una zona productiva en medio del árido territorio circundante. El símbolo de la luna creciente y el color verde fueron heredados como símbolos por los creyentes del Islam.

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Sin embargo, los egipcios, en cambio, no tuvieron a una diosa lunar, sino a un dios: Tot, al que en ocasiones se representa con cabeza de perro, o como un babuino que lleva sobre la cabeza la Luna creciente. Para los egipcios,  la Luna y el Sol se relevan entre sí, al salir y ponerse. Juntos son los ojos del dios halcón Horus, el dios del cielo que todo lo ve.

 México no fue la excepción de aceptar a la Luna como parte de su cosmogonía. Por ejemplo, el dios Tecuciztécatl  fue el elegido para convertirse en luna – según narra la leyenda teotihuacana- y esta es una de varias leyendas que se crearon en el mundo prehispánico alrededor de ella; pero no sólo quedó en eso, sino que, de un nahuatlismo, nace la palabra que le da identidad a nuestro país “México: el ombligo de la luna”.

Debido a la importancia que hay de la luna en la vida y cosmogonía del ser humano a lo largo del tiempo, era imposible que no se desarrollara arte dedicado a este astro, ya sea pintura, teatro, en la literatura o el cine,  es tópico bastante recurrente entre los artistas.

Una de los poemas que siempre recuerdo con respecto a la Luna es la de chiapaneco Jaime Sabines, que con su musicalidad y su lenguaje liviano y lúdico nos muestra otra forma de ver la luna a lo que comúnmente vemos – o leemos en este caso- :

«La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas…»

Pero una de las expresiones artísticas que más me ha cautivado, hasta la fecha corresponde al ambiente del séptimo arte. El caso específico de la cinta Un viaje a la luna  del año 1901, realizada y dirigida por el mago francés Georges Méliès, quien con su experiencia en efectos especiales e ilusiones ópticas logró crear la primera cinta dedicada al género de la ciencia ficción.

Este cortometraje, de 14 minutos aproximadamente; nos lleva a ese viaje que alguna vez Julio Verne describió en su libro De la tierra a la luna,  de 1865; libro del cual se inspiró Méliès para que, desde la fórmula del cine, la llevará a la pantalla grande. Cabe señalar que esta película se reedito y se presentó de nuevo en Cannes en el 2011, en esta nueva versión se le incluyó nuevas escenas, algunas a color y con una banda sonora distinta a la original.

Y como estos ejemplos hay muchos; suficientes como para hacer un libro que analice desde distintas perspectivas y ambientes en cómo la luna ha contribuido en el arte e ideología del ser humano.

 La luna, ese astro lleno de clichés, será por mucho tiempo la inspiración de los artistas que buscan una musa al mirar al cielo.

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