La memoria escolar nos permite evocar en el mes de septiembre los recuerdos heroicos de la patria: al carismático padre de la patria don Miguel Hidalgo y Costilla [1753…1811], iniciador de la lucha por la independencia de México, y algunos menos al valiente hijo de la patria Vicente Guerrero [1782…1831], con la conclusión o logro de la misma.
Al llegarse la fecha de recordar, celebrar, conmemorar, festejar estos hechos, vale la pena reflexionar sobre los mismos, evaluar su importancia y cuestionar su vigencia.
Importante es señalar la ideología de los diferentes y principales actores de esta lucha.
Don Miguel Hidalgo que incitó al pueblo de Dolores para dar inicio a la independencia de México, la madrugada del 16 de septiembre de 1810, con su discurso y arenga:
«Mis amigos y compatriotas:
No existe ya para nosotros ni el Rey ni los tributos.
Esta gabela vergonzosa que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos.
Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos.
Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres.
Os invito a cumplir con este deber. De suerte que sin Patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad.
Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar por algo ha sido necesario.
La causa es santa y Dios la protegerá.
Los negocios se atropellan y no tendré, por lo mismo, la satisfacción de hablar más tiempo ante vosotros.
¡Viva la religión católica!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!
¡Viva la América, por la cual vamos a combatir!, ¡viva la patria!
¡Mueran los gachupines!, ¡muera el mal gobierno!
A lo que el pueblo respondió: ¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!»
Es importante señalar que la participación de Hidalgo fue promovida por el artífice militar y líder del grupo de conspiradores de Querétaro de 1810, el criollo Ignacio Allende [1769…1811], que también conoció y perteneció a los grupos conspiradores previos, el de Valladolid de 1809 y el de San Miguel el Grande de 1810. Allende entendió la importancia de incluir en esta fórmula la representación de la iglesia católica para lograr atraer a sus filas al grueso de la población; a los indígenas y castas inferiores, y no sólo a los criollos relegados por sus parientes españoles a papeles secundarios en la organización gubernamental, militar e incluso clerical del virreinato. En agosto de 1810, Allende explica su táctica a Hidalgo:
«…Se resolvió obrar encubriendo cuidadosamente nuestras miras, pues si el movimiento era francamente revolucionario, no sería secundado por la masa del pueblo,… si se hacía inevitable la revolución, como los indígenas eran indiferentes al verbo libertad, era necesario hacerle creer que el levantamiento se lleva a cabo únicamente para favorecer al rey Fernando…»
Allende era reconocido por su ética, caballerosidad y disciplina en el mando militar, contrario al comportamiento permitido por Hidalgo, que se agudizo durante la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato y la victoria en el Monte de las Cruces, con atropellos a la población civil y a sus presos europeos. Tras estas victorias, Allende propuso a Hidalgo ocupar la capital del virreinato, pero el sacerdote no compartió su estrategia, ordenando dirigirse en sentido contrario en busca de seguridad personal hacia la ciudad de Guadalajara, provocando con esto el rompimiento en la relación de ambos. Tras la derrota en la Batalla del Puente de Calderón, Allende asumió la cabeza del movimiento sustituyendo a Hidalgo, serían apresados, fusilados y decapitados tras dirigirse al norte del país en busca de refuerzos.
Tras la muerte en Chihuahua de los iniciadores de esta lucha en 1811, surge la figura de José María Morelos y Pavón [1765…1815] el cual al plasmar su filosofía en sus Sentimientos de la Nación, deja claro que esa lucha realmente busca la independencia y la creación de una nueva nación, lo más relevante de sus 23 puntos, del 14 de septiembre de 1813 en Chilpancingo, son:
«1. Que la América es libre independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía
2. Que la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra.
5. Que la Soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las Provincias en igualdad de números, eliminándose la figura del rey de España.
6. Que los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos. Política inspirada en la Revolución francesa, dividiendo el gobierno en tres poderes.
9. Que los empleos sólo los americanos los obtengan.
11. Se cambiaría la forma de gobierno, se eliminaría el sistema monárquico y se establecería un gobierno liberal.
12. Que como la buena Ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia; y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto
15. Que la Esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de Castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un Americano de otro el vicio y la virtud
22. Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que nos agobian, como la alcabala, el Estanco, el Tributo y otros.
23. Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día Aniversario en que se levantó la Voz de la Independencia, y nuestra Santa Libertad comenzó… recordando siempre el mérito del grande Héroe el señor Don Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.»
Después de años de guerras de guerrillas en diferentes zonas del país se concreta la culminación de la independencia con Agustín de Iturbide [1783…1824], que convence no sólo al guerrillero Vicente Guerrero sino que también al Virrey Juan O’Donojú [1762…1821] de llevarla acabo. La entrada triunfal del ejercito Trigarante a la ciudad de México fue el 27 de septiembre de 1821. En su discurso de coronación Agustín I desea:
«Quiero, Mexicanos, que si no hago la felicidad del Septentrión, si olvido algún día mis deberes, cese mi Imperio; observad mi conducta, seguros de que, si no soy para ella digno de vosotros, hasta la existencia me será odiosa. ¡Gran Dios! no suceda que yo olvide jamás; que el Príncipe es para el Pueblo y no el Pueblo para el Príncipe.»
Refiere a la América septentrional, que abarcaba desde Centroamérica hasta Texas y la Alta California, territorio mexicano en la época del primer imperio de Iturbide.
España reconocería la independencia de México hasta el 27-28 diciembre de 1936 -por cierto, día de los santos inocentes-.
Hoy México sufre en mayor o menor medida de dependencia, económica, tecnológica, agroalimentaria, entre otras. Bien vale la pena reevaluar si el gobierno y los ciudadanos de México, mantenemos vivos los deseos de felicidad de Iturbide, los sentimientos de Morelos, la arenga de Hidalgo, y la visión de independencia de Allende y los conspiradores, para que realmente ¡Viva México!
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