, Niñas, niños y el planeta que habitarán

Niñas, niños y el planeta que habitarán

Eduardo Galeano escribió que “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mañana”. Son momentos en que es difícil pensar hacia el futuro, pero en contraparte, existen fechas que nos invitan a reflexionar y sin duda esas reflexiones deben ser permanentes y demandarnos acción.

Hace pocos días conmemoramos el Día Mundial de la Tierra, fecha que tuvo la capacidad de hacernos parar un momento en este contexto de emergencia sanitaria y voltear hacia nuestro hogar común. Ahora en el Día del Niño, con una importante correlación, toca pensar en qué planeta habitarán quienes recién incursionan en este camino de la vida.

La ruta que como especie hemos trazado está dando claros indicios de que requiere dar un viraje, si no cambiamos nuestras formas de producción y estilos de vida, seguramente nos encontraremos con nuevos escenarios de crisis y enfermedad. El capitalismo neoliberal que se ha afianzado desde la década de 1980, tiene como una de sus principales políticas la apertura de mercados y promete una “repartición equitativa de la riqueza”, pero eso ha quedado muy lejos de ser una realidad y mientras nos enfocamos en acelerar procesos de producción, los ecosistemas y recursos naturales se agotan, se acentúan las condiciones de desigualdad y eso compromete las posibilidades de desarrollo de las siguientes generaciones.

Suscríbete a nuestro boletín

* Requerido

El respiro del planeta

 El Desarrollo Sostenible tiene vertientes que lo hacen ver como una opción (además necesaria) de cara a lo que viene y existe otra faceta que lo coloca más como una utopía. Es definido en su forma más natural como “la capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”. A partir de ahí se abren varios debates, pero un elemento que nunca debe hacer falta es el que tiene que ver con el cuidado de quienes vienen y entonces, abordar nuestro compromiso de dejar una Tierra capaz de proveer tierras fértiles, aire y agua limpios y ecosistemas sanos para las demás especies con las que cohabitamos.

De acuerdo a una publicación hecha por la ONU[1] el promedio de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera se ha reducido en esta pandemia hasta un 6%. La noticia es buena, pero no debemos olvidar que no se trata de algo definitivo pues la reducción no proviene de políticas focalizadas hacia ello, como la propia publicación lo detalla, no se trata de una acción climática continuada. Además se ha presentado en un contexto de crisis económica, por lo que el reto está en redefinir el modelo económico y apuntar hacia uno que sea más equitativo, que privilegie lo local y que pueda medirse a través del bienestar más allá del crecimiento económico per se.

La normalidad es el problema

“Ojalá no volvamos a la normalidad, porque la normalidad siempre fue el problema” Seguramente se nos hace ya conocida esta frase, la sentenció Guillermo Sequera quien es director de Vigilancia de Salud del Ministerio de Salud Pública en Paraguay. Este pensamiento se funda en el individualismo que nos rige y que hace que nos cueste trabajo pensar colectivamente en el bienestar, lo que desde luego incluye el cuidado al planeta. Esa “normalidad” en la que nos hemos inmerso aplica en diversas escalas, nos ha llevado a normalizar malos hábitos y contribuye a que las opciones en muchos de los casos se centren en solo subsistir, esa normalidad es la que alimenta la necesidad de muchas familias de tener que trabajar jornadas de más de 8 horas, hacer largos trayectos de sus casas a sus lugares de trabajo y apenas tener para lo necesario. También es la que hace casi imposible para nuestra generación pensar en una jubilación.

Galeano también nos hablaba de un “Nuevo Mundo”, uno que no es este, envenenador del agua, del suelo, el aire y el alma. La realidad para las nuevas generaciones debe ser una en la que el lugar en donde nacen no determine su calidad de vida, en donde los sueños sean realizables y en donde pensar en el futuro sea motivo de ilusión; que ese futuro no sea una realidad opaca que desdibuje sonrisas.

De acuerdo a cifras de la Unicef, en América Latina y el Caribe habitan 193 millones de niñas, niños y adolescentes y se destaca que a pesar de los avances que ha habido en la región, ésta sigue siendo una de las más desiguales del mundo. Un futuro próspero para niñas y niños será reflejo de lo que hagamos bien el día de hoy.

[1] https://news.un.org/es/story/2020/04/1473182

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad